El poder de la armonía: cómo la música formaba las mentes jóvenes en la antigua Grecia (y qué significa para nosotros hoy)
En la antigua Grecia, la música no era solo ruido de fondo o entretenimiento. Era una piedra angular de la educación, que moldeaba tanto el carácter como el intelecto. Los griegos comprendían algo sobre la música que a menudo olvidamos hoy en día: no se trataba solo de notas y ritmo; se trataba de crear buenos ciudadanos, cultivar virtudes y aspirar a la areté (excelencia). La música formaba parte de lo que hacía que las personas fueran completas, equilibradas y sabias.
La teoría del Ethos
Uno de los conceptos más interesantes del pensamiento griego antiguo es la teoría del ethos: la creencia de que la música influye directamente en el carácter y las emociones de quien la escucha. Para los griegos, la música no era neutral. Ciertos modos (como las escalas) podían inspirar coraje, serenidad o alegría, mientras que otros podían despertar emociones descontroladas o desviar a las personas del buen camino. Platón y Aristóteles hablaron mucho sobre esto. Platón incluso creía que el tipo incorrecto de música podía corromper moralmente a una persona. ¡Piénsalo por un momento! Creían que la música tenía el poder de moldear quién eras en lo más profundo de ti.
Los griegos pensaban que si querías crear una sociedad justa y virtuosa, debías tener cuidado con el tipo de música que permitías que la gente escuchara, especialmente los jóvenes. La música incorrecta podía llevar a un alma desordenada, mientras que la música correcta podía traer armonía, en un sentido literal y figurado.
Música y Areté
Esto nos lleva al concepto de areté. En la educación griega antigua, el objetivo siempre fue aspirar a la areté, una especie de excelencia moral e intelectual. No se trataba solo de aprender hechos o habilidades, sino de convertirse en la mejor versión de uno mismo. La música era fundamental en este proceso. Se creía que aprender música ayudaba a desarrollar disciplina, autocontrol y un sentido de orden.
Por ejemplo, los estudiantes aprendían a tocar la lira o a cantar en un coro. Estas actividades no se trataban solo de hacer música, sino de practicar la concentración, la escucha y el trabajo en conjunto de manera armoniosa. En otras palabras, la música era una forma de entrenar el alma, de la misma manera que el atletismo entrenaba el cuerpo. Al dominar la música, los jóvenes griegos dominaban sus emociones, aprendiendo a equilibrarlas, cultivar virtudes y lograr una armonía interior.
La influencia en los jóvenes
Cuando se trataba de los jóvenes, los griegos no tomaban la música a la ligera. Creían que las canciones y los sonidos que una persona escuchaba mientras crecía moldeaban su carácter. Por ejemplo, Platón estaba muy preocupado por el tipo de música a la que los niños estaban expuestos. Advertía contra la música demasiado emocional o caótica, porque podía llevar a una mente desordenada y a malas decisiones morales.
Los griegos eran exigentes. Creían que ciertos modos, como el modo dórico, podían hacer que los jóvenes fueran valientes y fuertes, mientras que otros podían hacerlos perezosos o cobardes. Veían la música como una herramienta para moldear no solo el intelecto, sino también las emociones, ayudando a los jóvenes a volverse disciplinados, valientes y preparados para enfrentar los desafíos de la vida.
Una reflexión moderna: ¿Nos daña la música de hoy?
Ahora, avancemos hasta nuestros días. Imagina lo que pensarían los antiguos griegos si pudieran escuchar algunas de las canciones que suenan hoy. Son duras, disonantes y, a menudo, acompañadas de letras agresivas o violentas. Aunque no se puede negar que la música moderna tiene su propio arte, vale la pena preguntarse: ¿Qué tipo de ethos está promoviendo? Si los griegos tenían razón al decir que la música moldea nuestras almas, ¿qué sucede cuando la música que rodea a los jóvenes está llena de ira, rebelión o desesperación?
La verdad es que muchas de las canciones de hoy no promueven exactamente el mismo tipo de armonía o disciplina que los griegos buscaban. En lugar de cultivar el equilibrio o la excelencia, muchas parecen alimentar el caos, la agresión o el descontento. Los filósofos antiguos como Platón probablemente dirían que este tipo de música tiene el poder de desviar a las personas del buen camino, alejándolas de la virtud y conduciéndolas hacia una vida más desordenada e infeliz. Y aunque esto pueda parecer un pensamiento anticuado, ¿no vale la pena considerar cuánto podría estar influyendo la música de hoy en los jóvenes de formas que no comprendemos completamente?
En conclusión, en la antigua Grecia, la música no era solo una forma de entretenimiento. Era una herramienta vital para moldear la mente, el cuerpo y el alma, especialmente en los jóvenes. No se trataba solo de aprender a tocar un instrumento, sino de aprender a vivir bien, a buscar la areté y a estar en armonía con uno mismo y la sociedad.
Tal vez hayamos perdido parte de esa sabiduría en el mundo moderno. Los griegos entendían que la música tenía poder, y la usaban con cuidado para cultivar la excelencia y la virtud. Hoy, mientras subimos el volumen de lo que está de moda, vale la pena preguntarnos: ¿Qué tipo de personas nos está ayudando a ser esta música?